Todo comenzó con Alfred Nobel, que nació en Suecia en 1833. Durante su vida Alfred fue químico, ingeniero e inventor. Tenía una importante fábrica de armamentos, donde desarrolló muchos de sus 355 inventos. Entre ellos, el más importante y conocido por nosotros: la dinamita, uno de los explosivos más potentes. Gracias a este descubrimiento, obtuvo una gran fortuna. 

 

Pero no todo en la vida de Alfred fueron éxitos. Él se sentía culpable por el daño que sus invenciones podrían ocasionar al mundo. Y todo empeoraría en 1888 con la muerte de su hermano Ludvig: un periódico francés lo confundió con el propio Alfred, y publicó una noticia titulada “El mercader de la muerte ha muerto”. Este artículo lo desconcertó y le hizo pensar acerca de cómo sería recordado, inspirándole a cambiar su testamento: pidió que su fortuna se emplease en crear una serie de premios para aquellos que llevasen a cabo “el mayor beneficio a la humanidad” en los campos de la física, la química, la economía, la fisiología o medicina, la literatura y la paz: ¡así nacieron los premios Nobel!

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Luego de su muerte en 1896, se creó la Fundación Nobel para dar lugar a este deseo. Los primeros premios se otorgaron en 1901 y se decidió entregar a cada premiado una medalla de oro con la imagen de Alfred Nobel, un diploma y un importe económico, que ahora es de 8 millones de coronas suecas, ¡unos 14 millones de pesos!